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Ahí estabas, con tu bicicleta y tu mochila gigante esperándome. Me sonreís de lejos y comenzamos nuestro camino a quien sabe donde. Me preguntas como me va en el colegio, y después me empezas a contar sobre tus dibujos, tu pinturas, tus mambos. Dos segundos después noto lo enamorado que estas de lo que haces y de como te brillan los ojos cuando decís que vas a hacer tal o cual cosa. Después de un par de risas, dos o tres enojos y cuarenta cuadras volando al lado tuyo, me doy cuenta hace cuanto no me sentía así de bien con alguien. De la tranquilidad, energía y paz que me transmitís con solo mirarte a los ojos. Y la verdad que es increíble como un par de cosas simples te pueden cambiar el día, y cuanta magia puede llevar encima un par de zapatillas.

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